La Copa de Europa es el paracetamol que acude a salvar las resacas más pesadas del Madrid. Siempre ha sido así. En el estado de crisis perenne en que vive el club, azorado por cataclismos semanales de duración variable, es una suerte de tregua. Es tal la fascinación que produce este torneo entre la nación madridista, tal la sugestión, tal la convicción de pueblo elegido que tiene la hinchada, que en cuanto suena el himno todos cesan en sus cuitas terrenales: las iglesias de toda la Cristiandad tocan a cruzada. Enfrente, el Basilea: un equipo que aparece de vez en cuando en la escena internacional, jugando más o menos bien aunque realmente nadie lo sepa, puesto que en Suiza todo parece tener un aire equidistante y acolchado. También el fútbol. ¿Se puede jugar bien en la pradera que sale en la tapa del chocolate Milka? Es complicado intuir la rasgadura visceral a la que estamos acostumbrados aquí, y que todo lo determina con su pasión catártica. Basilea, como toda Suiza, suena a posición avanzada de Roma; a centinela perdida, a última frontera de la civilización. Bosques, ríos y bárbaros con hacha. Un lugar que ha logrado ponerse de perfil cada vez que Europa se apuñalaba con el mundo y a sí misma, imperturbable. No me fío de los suizos.
Quizá Ancelotti tampoco y por eso recurrió a Nacho en banda derecha. El canterano es uno de los hallazgos más interesantes de los últimos tiempos. Su propia irrelevancia mediática, per sé, lo avala: discreto y eficaz. Se le puede aplicar ya, sin rubor alguno, el trampantojo ese de hombre de club. Sus declaraciones son anodinas, siempre que habla su discurso se inserta en el código oficial del club: ¡no era mucho pedir, un futbolista así! Trabaja duro y vive despojado del divismo que afecta a muchos futbolistas a la hora de aceptar su condición de mero peón en el tablero del entrenador. Ha sido central, lateral izquierdo y derecho, y no descarto que cualquier día Ancelotti lo pluriemplee de líbero, portavoz oficial y sustituya, además, a Herrerín. En el lateral izquierdo también hubo cambio: Marcelo.
Sobre la crisis de juego y resultados del Madrid -más analizada que un desplome bursátil- se han alcanzado algunas conclusiones: Kroos no vale para mediocentro como Di María no valía de interior hasta que valió; James desubica a Modric, y el equipo necesita acumular el balón. Si Marcelo, el Marcelo kistch de ahora, sirve para algo en este equipo, es para eso. Carletto así lo creyó y ante el Basilea se permitió invertir en socialdemocracia por la banda izquierda con el objetivo de eso que se llama ahora «contentar a las bases». Marcelo es una apuesta intermedia entre la ruptura con el 4-3-3 y el Equipo de Asalto. Sin un 5 que haga de superglú entre las transiciones defensiva y ofensiva, el 12 es el escalón donde el equipo apoya el pie al retroceder, para no caer e impulsarse de nuevo hacia el rival. Funciona, sobre todo, cuando la exigencia es menor, como ayer.
Por delante, la canción que ya se han aprendido todos los niños del mundo.
Kroos se movió bien, suelto, sin la asfixia de los rottweilers de Simeone. Como contra Sevilla en Cardiff y Real Sociedad un rato, la primera media hora aquella, tan engolada. Su zancada abarca un pantano entero. Me recuerda a Effenberg, por el porte y la manera de correr. Desde luego, Kroos es lo que hoy sería Effenberg si a Stefan le hubiese tocado jugar a este fútbol contemporáneo en el que casi ninguno de los alemanes campeones del mundo en Maracaná parece un alemán. Quiero decir, la aculturación balompédica producida desde 2008 con el despótico triunfo ininterrumpido de la selección española, ha modelado a un jugador nuevo. En Alemania, el choque es evidente. Götze, Özil, Lahm, Reus, Neuer -portero de balonmano- hasta Müller incluso, son, morfológicamente, distintos a Effenberg, Jeremies, Basler, Matthaüs, Völler, Jancker, Scholl y todos aquellos alemanes con los que crecimos. Quién sabe si será por la influencia estetizante del futsal -seña de identidad de este juego en el siglo XXI- o por el ánimo de emular a Iniesta, Xavi, Silva, Fábregas o Alonso. ¿Alguien encuentra alguna diferencia entre Isco y toda esta raza de nuevos jugadores germánicos? El hecho ha afectado hasta a los más grandes, por centímetros: Kroos es el ejemplo. Es Effenberg corriendo con estilo y gracia. Ayer hasta me lo recordó en la manera de perder balones en el centro del campo, por puro exceso de conducción: va ralentizándose con la pelota cosida al empeine a medida que va dejando de ver huecos y desmarques de ruptura, hasta que dos rivales se le suben a la grupa y consiguen domarlo.
Modric pudo abrir la puerta grande, pero pinchó dos veces al entrar a matar y recibió tres avisos: tras asistir a Bale en el segundo y tercer gol con precisión quirúrgica en el tiempo y en el espacio, organizó dos verbenas defensivas. Dos pelotas perdidas, una cedida atrás en incomprensible chilena hacia el campo propio con el equipo en fase ofensiva; otra, ya en la segunda parte, tropezando consigo mismo y dos suizos que pasaban por allí, en el inicio de la jugada. Ambas pérdidas fueron como soltar dos vaquillas en las calles del pueblo atestadas de paisanos borrachos y desprevenidos.
El Basilea apenas sí mostraba el empaque propio de los equipos alemanes. Se llaman Fussbball Club Basel y eso delata su solidez, incluso en la debacle. Los equipos españoles tienden a desparramarse por todo el campo cuando reciben 3 o 4 goles seguidos. Los suizos resistieron a pie los minutos que mediaron entre el gol de Nacho (aunque se lo dieron a Suchy, un defensor en quien la pelota tuvo la descortesía de rozarse) y el de James, que fue el 4-0. Modric avistó dos autovías a espaldas, siempre, de los carrileros contrarios. La primera vez, por la izquierda, emergió Bale de toda la bruma que llevaba rodeándolo desde pretemporada. El pase de Luka, con el empeine y al primer toque, traspasó la línea adelantada con la que el equipo de Paulo Sousa pretendía amarrar a Benzema. Bale sorteó a Vaclick y remachó a portería vacía. Es interesante el gol no por la estadística -otra banalidad más del fútbol de Playstation y Misterchips- sino por el hecho de que el dragón galés apareciese por su lado natural. Es el segundo partido consecutivo en donde la permuta con Cristiano es frecuente: ambos han establecido un puente aéreo de izquierda a derecha, un intercambio constante de posiciones del que aún no se ha aprovechado del todo Benzema pero sí Modric, que volvió a encontrarse con una carrera diagonal del 11, esta vez por la derecha. Bale controló otro brochazo con el empeine de Luke Sky Modric y lo hizo con su defensor a la altura: lo destrozó orientando la recepción hacia adelante, un metro más allá del límite físico de Safari. Vio venir por dentro a Ronaldo y lo demás, esta vez sí, fue estadística.
Advertí que el Madrid se estructuró en un 4-2-2-2 durante ratos largos, sobre todo en la fase de demolición suiza. Kroos al pie de la escalera, con Modric alternando las bandas y la corona de la zona ancha sin ubicarse jamás en paralelo al alemán; James y Cristiano descosiendo el campo entre banda y banda, y Benzema con Bale girando en torno a la lámpara de Vaclick. Más o menos, esa fue la disposición. James empujó a la red el cuarto gol tras magnífica jugada colectiva que terminó con un disparo de Benzema desde el punto de penalty. Cuando el Madrid enlata a los rivales, emite dos tipos de señales: ha alcanzado cierta comodidad y los goles son consecuencia natural de la voracidad que despierta en el equipo la visión del contrario arrodillado en tierra, suplicando en cierta forma clemencia.
Pero el Basilea no pidió clemencia, ¡para eso son casi alemanes! Derlis González hendió la defensa madridista por el centro, mientras Pepe y Ramos jugaban al escondite con sus marcas. El disparo cruzado estuvo muy bien chutado, las cosas como son: Casillas se estiró con nulo garbo y con el gol el Bernabéu olió otra vez la naftalina que despiden portero y centrales. En la segunda parte, el Madrid adormeció el partido y el Basilea quiso llevarse algún souvenir del estadio, sin éxito aparente hasta que Varane -al que Carlo parece querer meter como sea en el equipo, sin saber muy bien si prescindir de Peperamos o no- regaló a Embolo lo que querían: despejó hacia atrás un balón inocuo, se la dejó botando al espigado moreno del Basilea que con el viento fuerte soplano de popa tiró pastosamente al centro. Casillas se estiró cerrando mucho los ojos, como en él es especialidad -debe ser otro de sus trucos de superportero, parar sin mirar, intuir con el olfato como los centinelas franceses de la Gran Guerra que adivinaban los raids alemanes en sus trincheras por las variaciones atmosféricas- y el balón rebotó en la palma de su mano. Los suizos ya tenían su Estuve en Madrid y me acordé de ti. Una espiral de humo blanco comenzó a subir desde Bernabéu hacia el cielo: al final del partido entré en la web de AS y vi un Vine de Casillas ascendiendo, como la Virgen María, sobre una nube parecida a la de Goku mientras un coro de Colinos celestiales mugían la canción de los santos.
Luego Benzema marcó un gol psicotrópico y el Madrid inició la defensa del título con un 5-1 que dejó al pueblo en armas sin la posibilidad, intuida antes del partido, esperada, quién sabe, con veradera fruición íntima, de seguir odiando otro día más. La gente abandonó el estadio sin saber demasiado bien qué sentir.