Mañanas grises

Apareció el Córdoba por el Bernabéu, en agosto, sin levantar sospechas y con el clamor viejo que traen consigo los equipos llamados históricos. Esa coletilla, la de la Historia, que hace chorrear pepsicola a las plumas del periodismo deportivo. Gracias al uso indiscriminado, no se sabe ya si lo que describe está verdaderamente enraizado en la Historia o no. ¿Cuántos años ha de llevarse un equipo preso en el Castillo de If del fútbol español para que se le siga etiquetando como histórico, sin que resulte ridículo? Emergió, pues, el Córdoba de Zutanito por el túnel del Bernabéu con un tufo a inframundo que se olía desde el Gregorio Marañón. Me pareció ver al Chapi Ferrer, su entrenador, con una lápida de mármol colgando de la espalda: cuarenta años hacía que este club no jugaba en Primera. ¡Del Bosque aún parecía un Beatle, y todo!

El Madrid afrontó la lidia desde la bruma. Circulan rumores, se corren las voces, se oyen gemidos en medio de la noche, y dicen que el Gobierno ha activado el Estado de Sitio: el madridismo tiene otro ataque de ansiedad. Las visicitudes emocionales que atraviesa este equipo a lo largo de las temporadas no las vive nadie más. Ancelotti no tiene bastante con presentar la Copa de Europa ganada antes de ayer, ni la prueba de impresión del coloso en ciernes que se vio en la Supercopa de Europa en Cardiff. No. Apenas una decisión cuestionable (la elección de Casillas por delante de Keylor en la titularidad del arco) ha servido para desatar sobre él la tormenta de insinuaciones aviesas y medias verdades que hace pender, de repente, la espalda de Damocles del madridismo histérico encima de la cabeza del entrenador que toque. El ogro, ya saben. El cable de alimentación que conecta la vox populi con la trituradora de la zona noble.

El Madrid es un estado de ánimo y ese ánimo es, ahora mismo, iurandi contra el entrenador de las tres Copas de Europa, depositario ya, en el imaginario colectivo madridista, de la voluntad presidencial: Marionetto debe ser un títere de factura prodigiosa, un muñeco diabólico que convierte en realidad los delirios de Florentino. ¿Dónde lo habrán comprado? Mis playmobils no eran capaces ni de articular sus brazos, por más que yo los embarcase hacia el Caribe empeñado en conquistar Puerto Rico con ellos. ¡Cuán fácil gana la gente Copas de europa tuiteando desde el bar!

No obstante, cuesta justificar su apuesta por Casillas, quien ya es un colector extraordinario de situaciones comprometidas: cuando juega, atrae sobre sí todas las posibilidades de confusión, drama y peligro que puedan darse en córners en contra y faltas laterales sobre el área del Madrid. Comparado con su suplente, Casillas es un monigote fofo a cuya decrepitud física se agrega una inseguridad lacerante sobre todo para sus defensas, presas de la esquizofrenia del balón parado. Navas, en cambio, parece un guerrero maya jugando a la pelota en Chichen Itzá: es de imaginar que el paso del tiempo pondrá la titularidad en sus garfios retráctiles, como cae la fruta madura de los árboles en verano.

El Bernabéu en agosto no es, precisamente, el Coliseo romano sediento de sangre cristiana. El Córdoba se ayudó de ese murmullo informe y de la desidia espiritual del graderío madridista, al que siempre le cuesta arrancar. Se aculó en tablas el equipo andaluz, enmarañado alrededor de su portero, y onduló en torno a una línea de centrocampistas numerosa y gallarda. Incomodó al Madrid desde el inicio. Un Madrid lento, tanto en los procesos físicos como en los mentales. Equilibró Ancelotti el balance en los carriles con Arbeloa haciendo de contrapeso en la derecha a la alegría de Marcelo por la izquierda. Era uno de esos partidos felices para el 12, a priori. Pero Marcelo está como atascado en un nihilismo irritante para marcelistas y detractores, por igual. Perdida esa electricidad, ese rayo fulminante que sólo le daba el físico cuidado, todavía le sobra el talento para gambetear y orbitar sobre sí mismo. Ofreciéndose a todo tipo de asociaciones por su banda, sociedades que casi siempre desahogan al Madrid, le otorgan una salida limpia, refrescante. Otras veces, no, y el revolotear del brasileño desagrada al casticismo del Bernabéu, incapaz de entender la fontanería fina con la que el Madrid pretende deconstruir a los adversarios pétreos: lo que no es un brochazo gordo y una patada en la puerta, no cuenta para los ojos impostados de este aficionado que cree saberlo todo del contragolpe desde que pasó Mourinho por Madrid.

Kroos volvió a redundar con Alonso y Arbeloa apenas ofreció una ligera asistencia en carretera a Bale por su lado. Modric, solapado por el frenesí anárquico de James, lleva tres partidos apagado. Está triste Modric, y el Madrid sufre de arritmias cuando su mejor jugador no encuentra el moméntum. Escorado, como lanzado hacia el vértice del trivote carlettiano, naufraga Luka en mares demasiado hondos para su vuelo rasante, liviano. El Modric pletórico de Cardiff, simbiosis perfecta con Kroos, está opacado desde que la presencia dominante de Xabi surge como el gran paterfamilias del juego madridista. Es este el primer gran dilema táctico de la temporada para Carlo Ancelotti, resuelto ya el incordio de Di María. Rumbo a Manchester, el argentino deja un potosí y una legión de conversos al fideísmo: repasen teeles de hace un año. Di María, o mejor, su ausencia, no es una tragedia. La marcha de Khedira, sin embargo, habría dejado huérfanos varios roles de la plantilla. Carlo respira ya con su continuidad: no hay más que ver que ayer recurrió a él tras varios partidos apartado del grupo, cuando en la segunda parte el Córdoba amenazó el 1-0. Benzema, como el año pasado, desvirgó la cuenta anotadora con un gran colpo di testa a un centro perfecto de Toni Kroos.

Para el 2-0 hubo que esperar al descuento del partido: Ronaldo soltó la guadaña desde lo alto del Muro y se llevó por delante a los miles de cordobesistas que casi habían conseguido escalarlo en la segunda parte, gracias a la anuencia de portero y defensas. El portero, sobrepasado por su guiñol de cartón piedra; Peperamos, olvidados ya de su ejemplar concentración y mesura mostradas en el final de la temporada pasada. Será que se ha ido todo con el rapado de Kepler Laverán.

3 Comentarios

  1. Cierto, César, tienes razón. Se me ha ido un poco la cabeza, pero también me sirve porque hacía referencia al que parece será el esquema de gala para los partidos duros. El Xabi-Kroos-Modric. Pero gracias por la precisión, de todas formas.

    1. Nada, es una tontería. Aún así muy buena crónica (mejor que el partido). Lo que he visto es que Kroos «solo» no tapa el centro del campo sino está bien acompañado, como en la selección, Xabi o Khedira indispensables contra los grandes.

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