Sin brillo, sin pausa

De igual modo que en nuestro tiempo cuando alguien realiza un juramento se lleva la mano al pecho, escenificando que lo que dice le sale de muy dentro y es la verdad absoluta, los romanos se agarraban los testículos. De ahí proviene testificar, que no es otra cosa que jurarlo por las sagradas gónadas de uno. El Granada no vino ayer al Bernabéu a hacer amigos, y esto bien lo puede testificar Gareth Bale, poniendo su virilidad por testigo. Mediada la primera parte, uno de los miembros de la mara Salvatrucha que juegan para el Granada abortó un contragolpe del galés asestándole un estacazo en la entrepierna, y el verbo abortar nunca resultó más apropiado: literalmente murieron millones de posibles futuros Garethcitos, con lo que no descarto que Gallardón se pronuncie sobre ello en la próxima sesión parlamentaria. Lo único cierto es que ahí se terminó el partido para Bale. Intentó varias carreras más, todas fútiles ya que continúa encerrado en la jaula del perfil derecho, y por donde antes surfeaba ahora boquea. Los rivales le han pillado el truco y le ofrecen confiados la salida por la derecha, y él, como velocípedo natural, porfía una y otra vez alcanzando la línea de fondo con su terrible zancada. Sin embargo, ahí se desactiva todo su peligro, pues todo lo más que consigue es algún centro inocuo con su pierna mala. No obstante, volverá: es buenísimo. Antes que Murillo rompiese la bisectriz del 11 madridista tampoco había pasado mucho, desde luego.

El Madrid salió con lo habitual: Peperamos, Marcelo, Carvajal -Arbeloa parece ya relegado a la Copa y a las noches más oscuras, por lo que probablemente jugará en Bilbao la semana que viene- y por delante Modric, por supuesto. Xabi y Di María escoltaban al croata y conectaban con los tres asesinos de la delantera. Cristiano Ronaldo ofreció el Balón de Oro al graderío pero eso no pareció importar a la legión extranjera de Lucas Alcaraz: todos tipos duros, mulatos, negros abisinios y ex-presidiarios, que no se distinguen por nada en concreto pero sobreviven sin problemas en una Liga extraña donde tras los 4 primeros se abre el abismo de Helm y para clubes sin pretensiones como el andaluz, navegar por aguas internacionales supone ya un triunfo incontestable. El Granada parece una sucursal del antiguo Málaga de Pellegrini: Iturra, Recio y Buonanotte migraron desde la Costa del Sol a Sierra Nevada cuando el sueño dorado del jegue Al Thani se despeñó por un blackhole. Durante la primera parte, defendieron como un bloque de granito. El Madrid no pudo hincarle el diente a un balance defensivo muy notable dirigido por Mainz, que es un pretoriano del balompié con una técnica individual más que correcta y que ayer correteó por todo el Bernabéu con una katana en la izquierda y el Hagakure en la derecha. No se encontraban fisuras en el muro contrario y Ronaldo comenzó a exasperarse. Cuando Aquiles se irrita, empieza a tirar flechas al tuntún sobre las almenas de Troya. El primer balonazo pasó cerca del palo largo de Roberto pero ya el tercero se avistó desde el cuarto anfiteatro. El Bernabéu murmuraba y Twitter ardía como siempre pasa cuando el Madrid no va ganando 5-0 pasado el primer cuarto de hora, pero Ancelotti está imprimiendo un sello muy personal a un equipo caracterizado por el vértigo metalúrgico: la paciencia.

Al descanso se llegó con una chilena espectacular que Roberto salvó metiendo una mano imposible. El Madrid inició la jugada andando, en Diego López, y en 10 segundos Bale y Modric esprintaron y Lukita colgó un centro maravilloso al salto de Cristiano Ronaldo, que como Keanu Reeves en Matrix, se contorsionó marcando canónicamente los tiempos y dejó una estampa que mereció la posteridad del gol. En la segunda parte el Granada titubeó y los hombres de Carlo adivinaron el momento. Sonó un clarinetazo militar, y Modric dijo: ahora. Luka batió líneas con la plasticidad habitual de un centrocampista total, y subió el volumen del Madrid hasta hacerlo insoportable para la hueste granadista. Jesé, que había entrado por el Bale en el entretiempo, ayudó al impulso madridista con su percusión constante por la banda derecha. Por la izquierda ocurrió algo que puede decirnos cosas de cara al futuro táctico del equipo: Di María, interior sobre la pizarra, acampó en el carril izquierdo pues dado que el partido sólo tenía una dirección y con Alonso bastaba para patrullar las espaldas de los laterales, su rol defensivo resultaba innecesario. Con lo que en la autopista zurda se solaparon Marcelo, el argentino y Cristiano, y hasta a veces Benzema. En la segunda parte todo se ensambló de un modo más natural, y Benzema concurrió por el lado izquierdo y Di María siguió flotando sobre Marcelo mientras que Cristiano habitaba ese espacio interlineal que se abrió entre los centrales adversarios, el orsay y la banda de Jesé. Todo fluyó mejor y el propio Ronaldo terminó una jugada de contragolpe con un reverso eléctrico en la frontal del área del Granada. Disparó potentísimo hacia la cepa del poste y a Roberto sólo le quedó estirarse para salir mejor en el telediario.

Desde ahí hasta el final, el Granada fue rindiéndose lentamente y el Madrid cabalgó sin presión hacia el liderato. Modric, dueño absoluto del partido, y Alonso, enzarzado con Brahimi y Fatau en disputas territoriales ancestrales, sujetaron las tímidas acometidas del rival. Xabi se encaró un par de veces con los dos, que parecían salir del ejército con el que Tariq cruzó el Estrecho, y se pudo ver cómo les recriminaba con acento visigótico la felonía de Guadalete. El 2-0 recordó al Marcelo de 2011: Cristiano le habilitó un hueco por donde se coló desplegando samba y electricidad. El brasileño se plantó ante Roberto como aquel día de marzo ante Lloris, cuando se rompió el maleficio y fuimos felices por un tiempo. Esta vez cedió atrás, por donde venía Benzema, y dejó al francés que culminase un buen partido, yéndose a trotar alegremente con él a una esquina. Marcelo retoma por momentos el rol de número uno que nunca debió haber abandonado, y esa es una noticia extraordinaria para un Madrid que solventó el trámite marcando los tiempos, dosificando músculo y estrenando liderato. Provisional, a la espera de la visita del Atlético al loft de diseño que Jémez se está haciendo en Vallecas y del que ya tiene un par de avisos de embargo. Schuster viaja al Camp Nou, pero de ahí el madridismo espera poco: en río revuelto no pescan abúlicos.

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