Baila conmigo

El Valencia es un equipo marcado por su medular: Oriol Romeu-Dani Parejo. Ambos son dos experimentos fallidos del Gobierno. Uno de la Masía, y otro de Valdebebas. Romeu es el último Guardiola con tara que cada X años sale de la cadena de montaje culé -Celades, Gabri, Trashorras- y al que Mourinho dio boleto al volver a Londres. El Valencia se lo compró en un Lefties, de rebajas, porque combinaba con Parejo. ¿Se acuerdan cuando Di Stéfano dijo que sólo veía al Castilla por él? Si en Barcelona producen mediocentros de toque fenicio, en Madrid se forjan mediapuntas de melena rebelde y displicencia suburbana. Parejo, Jurado y Guti son los bastardos de un linaje confuso al que la prensa madrileña busca sus raíces en la Quinta pero que, sin embargo, no termina de acomodarse en la nobleza madridista: les falta empuje. Precisamente de eso careció el Valencia, más que nunca equipo de retales entrenado por un interino saltimbanqui. Tuvo ímpetu, y arreció duro en los tobillos madridistas, pero adoleció de inciativa parlamentaria y el Madrid gobernó el partido a base de pronunciamientos, tiros en el Congreso y la tenacidad inquebrantable de Luka Modric.

El partido se jugó sobre una inmensa madriguera. Cada vez que alguno de los 22 futbolistas que correteaban sobre el verde de Mestalla hacía un tackling, levantaba una galería subterránea. De haber incidido más, la realización de Canal Plus hubiese sacado a Casillas escondiéndose tras uno de los agujeros del terreno de juego, huyendo ante las luces inesperadas. A pesar de todo, los chicos con los que formó Carletto -ausentes Bale, Pepe, Khedira y Varane, Ancelotti tiró de las latas de conserva- intentaron sojuzgar al equipo local empeñándose en descoser el campo. Al principio, el plan salió bien. Marcelo y Benzema por la izquierda, y Arbeloa con Di María por la derecha, sondeaban la firmeza valencianista zambulléndose a poca profundidad. Pero pronto iban a ocurrir cosas. Cristiano se plantó ante Guaita y cruzó demasiado un tiro venenoso: era el primer aviso. Luego se tropezó con un bulto blanquinegro que había en el suelo justo cuando se le ofrecía un ángulo de tiro tan grande como el Mediterráneo, y ahí descubrimos que los cuádriceps de Ronaldo han vuelto de la lesión antes que él. El Valencia asistía impotente al claqué madridista, y Marcelo mandó un giro postal a la esquina derecha del terreno de juego. Di María la cazó con el guante, y mientras su defensor pestañeaba él zigzagueó como un rayo hasta el pico del área chica y puso el balón en el palo largo del arco de Guaita. Golazo. El Valencia aún estaba reflexionando cuando a Alarcón le hicieron un placaje delante del portero y el árbitro hizo el Don Tancredo. Casi seguido un extremo local se coló hasta la línea de fondo madridista y Piatti agradeció con un buen cabezazo la generosidad con la que Ramos le ofreció su espalda para que fusilara a Diego López casi a placer. El 1-1 no hubiese resultado tan irritante de no darse la infeliz circunstancia de que Piatti tiene la estatura de un llavero y Sergio Ramos García natural de Camas, mide, según la web oficial del Real Madrid, un metro y ochenta y tres centímetros.

Bordeando el descanso, Di María, quien parecía querer redimirse por su grotesca actuación del pasado sábado en Pamplona, botó maravillosamente bien una falta sobre el punto de penalty valencianista. Cristiano Ronaldo remató como reza la ley número 69 del Código de Hammurabi: picada abajo. El realizador del Plus nos deleitó con el interminable repertorio de tomas y repeticiones con las que desde tiempo inmemorial se intenta, en el canal PPV de PRISA, justificar las decisiones arbitrales contrarias a los intereses del Real Madrid y denunciar sibilinamente las de naturaleza dudosa que benefician al equipo blanco. Durante todo el encuentro pudimos ver desde todos los ángulos posibles cómo Ronaldo tiene media bolsa escrotal adelantada respecto al último defensor valencianista: ominoso favor arbitral hacia el Gólem de la Meseta. Con el gallinero de Mestalla alborotado se empezó la segunda parte, en la que no sucedió absolutamente nada hasta el minuto 22: el Valencia botó un córner al corazón del área madridista, y entre Diego López -que se quedó a medio salir, como un banderillero malo- y Ramos -que se escondió detrás de su portero- dejaron que Mathieu dirigiese cómodamente un cabezazo a la escuadra. Como anécdota folclórica, el gol coincidió con la entrada al campo de Canales, otro juguete roto desheredado del paraíso madridista. El encuentro se puso decididamente feo para un Madrid acuciado por la victoria barcelonista en Getafe, y Ancelotti tardó cinco minutos en pedir un micro-crédito a Cofidis: Jesé por Alarcón (el canterano valencianista despechado) y Carvajal por Arbeloa, y a empujar. Cuando los dos jovenzuelos entraron en el partido, del Madrid se apoderó un rapto instantáneo de violencia compulsiva. Modric -heroico durante toda la noche, agigantándose cada día como auténtico logos del Madrid de Ancelotti- manejó la furia momentánea del equipo. Con todos los orfebres en el campo, el Real acosó al Valencia como una manada de lobos. Benzema dio un paso atrás, se juntó con el croata y Alonso en una segunda línea de fuego, y amasaron la angustia madridista hasta convertirla en permutas de Jesé y Carvajal por derecha y Marcelo y Cristiano por la izquierda. Sobre el 85, de una melé cayó rebotada una pelota que rebañó Xabi para Modric. Por dentro le hicieron el aclarado y Lukita vio venir desde Canarias a Jesé montado en el Dragon Rapide. Big Flow se puso en medio de la pista y le cantó a Guaita ella es caprichosa, y muy peligrosa, pero esta noche es mía, ya la tengo controlada. 2-3 y adiós 2013.

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