Jugando a nada, por supuesto

La Juve de Antonio Conte es la mejor que ha pasado por Chamartín desde 1996, cuando Vierchowod descapulló a Raúl. También, y es paradójico, es la que menos ha encogido los agitados corazones madridistas. El Madrid salió de los cuarteles como para iniciar un pronunciamiento, y a los cuatro minutos Di María ya había hecho saltar la caja fuerte: diagonal hacia dentro desde banda derecha y pase al desmarque, el número más aclamado del show del Fideo. Ronaldo definió como si pegase un guitarrazo contra el escenario. Así comenzaron unos 45 minutos en los que arrastró al Madrid hacia octavos, el campamento base, como un superhéroe de la Marvel. Hubo una jugada en la que al Bernabéu se le puso dura: Marcelo se quedó contemplando el paisaje en una de sus excursiones y Cristiano, en un alarde de solidaridad colectiva no exenta de demagogia tribunera, acompañó el repliegue y robó la pelota casi en la misma línea de fondo propia. Después, a lo Moisés blandiendo el cayado, subió el balón sintiendo cómo a su alrededor el madridismo se abría, en éxtasis, igual que las aguas del Mar Rojo. Sobre el jugador franquicia blanco gravitó un encuentro que, no obstante, rindió honores de Jefe de Estado a los dos equipos. La Juventus descabalgó al Madrid por los costados. La doble línea de presión local, muy meritoria, sobre la salida de los visitantes quedó desactivada con una buena transición bianconera. Desde ahí, Pirlo y Vidal -al que el otro día me pareció ver en el programa de La Sexta sobre las cárceles del mundo- hicieron de artificieros, lanzando balones hacia Llorente, que parecía una ventana cerrada en la que no paraban de chocar Ramos y Pepe, como moscas intentando atravesarla. Tévez y Pogba se descolgaron por el patio trasero de Arbeloa y Marcelo, y así llegó el empate, en el único error defensivo notable de un Madrid, sin embargo, muy serio toda la noche.

Con el 1-1 el Madrid decidió despertar: es el déficit más evidente del equipo de Ancelotti, al que le da vértigo administrar ciertas ventajas. Marcelo y Vidal iniciaron una pelea de bandas, el árbitro pitó, Modric mandó un pelotazo al balcón de Buffon y Chiellini quiso bailar un tango con Sergio Ramos. El penalty, que fue fruto del paso adelante del Madrid y no de uno de esos milagros con los que la prensa justifica su eslogan más antiguo y celebrado –el Madrid no juega a nada- serenó el encuentro y le quitó voltaje. El Madrid supo templarlo con un magnífico trabajo de Modric, Illarramendi y Khedira, y con un Di María al que no se le acaban las pilas alcalinas. Es el verdadero agitador del Madrid de Ancelotti, y cualquiera lo confundiría con uno de esos anarquistas repartiendo panfletos y llamando a la revolución en la Barcelona de 1920. Esos cuatro compraron la pelota y marcaron el tempo, y a la Vieja Señora se le fue la vida intentando arañar el muro de parsimonia con el que el Real mató el partido. Chiellini embarcó rumbo al Piamonte nada más empezar la segunda parte, en una acción estúpida, más propia de alguno de los centrales del Madrid de anoche. De ahí hasta el final se hicieron méritos para marcar el 3-1, pero Benzema va a tener que inmolar un buey en una playa desierta y hacer libaciones sobre sus entrañas humeantes para conjurar el funesto oráculo que pesa sobre él. Salió Bale a corretear en el 70, y tardó diez minutos en tocar el balón. Le falta swing. Al dragón galés aún se le ve desnortado, sin saber muy bien dónde quiere Carletto ubicarle. Uno se pregunta para qué sirve tener 91 millones de euros quemándote en la cartera si tardas dos meses en soltarlos. Bale, es probable, no estará a pleno rendimiento hasta enero o febrero, una vez haya asumido el rol que se le asigna en el sistema y por sus piernas corra el ritmo de la competición. El partido acabó entre vítores y abucheos. Llorente salió ovacionado del Bernabéu por segunda vez en su carrera deportiva, con lo que suma ya más aplausos en Madrid que Benzema. A Morata lo recibió un trueno en las gradas, y el muchacho volvió a saltar con la voluntad férrea de un novillero que toma la alternativa en Las Ventas. Al Madrid le queda una victoria para sellar la primera plaza del grupo, pero antes conocer el estadio de diseño de la Juve habrá que tomar el liderato este sábado, en el Camp Nou. Jugando a nada, por supuesto.

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