Actualización de software

Lo temo más que a un nublado, pero ocurre de vez en cuando. Sistemáticamente. Llega, aparece el icono y la temida leyenda: Ya está disponible la nueva actualización del software del sistema. Todos los sistemas operativos, periódicamente, nos hacen pasar por el mismo círculo infernal: danzar alrededor de la actualización informática como condición sine qua non el edén tecnológico se nos escapa más allá del comodísimo y grácil desliz táctil de nuestro índice por una pantalla de litio. Las aplicaciones dejan de funcionar,  y los que saben nos dicen que nuestros artilugios dejan de ser todo lo potentes que podrían ser si no nos plegamos a la dictadura del lifting cibernético. Actualice y vea. Qué sencillo resulta todo. De eso se trata también en el mercado laboral: despidámonos de la vida que -algunos- vieron en la tele y desearon para sus hijos. Nuevas condiciones, mismos anhelos, la valla más alta. Esta actualización de nuestro software tampoco la requerimos nosotros, pero algunos tenemos que enchufarnos al USB del mercado para intentar asir la comba que se mueve frenéticamente delante de nuestros ojos. Sin que nos de tiempo a parpadear. Primero era la licenciatura. Luego el máster. Es curioso lo del curso de post-grado: antes, quien lo tenía era un galáctico. La puritita élite de la sociedad que orgullosa avanzaba irreflexivamente hacia la superpoblación académica. Ahora tiene un máster hasta el tonto del pueblo. Que por cierto, hace relojes y encima, funcionan. El siguiente peldaño implementado en nuestros sistemas operativos parece también superado ya: el inglés. Comienza a dejar de importar si puedes leer a Shakespeare en VOSE o por lo menos salvas la honrilla al no poner cara de póker cuando en una entrevista de trabajo te sueltan de repente una frase en la parla inglesa más jodida de parar que un cabezazo a gol de Alan Shearer. Ahora quizá haya que aprender alemán. O -Dios no lo quiera-, chino. Se viene la siguiente actualización del software. Pero yo, como aquel protagonista del sketch de Muchachada Nui, no quiero digital, no. Yo quiero analógico. 

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