Por @MellonRhum
¿Para qué trabajas? Trabajas para crecer como persona, para desarrollarte y sentirte realizado y a la vez, para seguir adelante con tu vida. Por si te da por enamorarte poder gastarte el dinero en unos regalos, cenas románticas y viajes a París. Si luego todo va bien, sigues ahorrando y te casas ¡cuánta felicidad! Luego que si la hipoteca y los niños, y la ropa de los niños, y el colegio y la universidad y los cumpleaños, comuniones y regalitos para los amigos y las fiestas y las vacaciones.
¿Para qué trabajas? Trabajas para pagar el IRPF. El tuyo y el de tu delegado de gobierno que hace exactamente lo mismo que el presidente de tu comunidad autónoma. Es decir, NADA.
¿Para qué trabajas? Trabajas para pagar la hipoteca, pero también para darle un cuarto de lo que ganas al Estado y así poder subvencionar los whiskys del señor diputado, porque sino el pobre no se los podría tomar de dos en dos en días alternos o de uno en uno de lunes a jueves. Porque el viernes es viernes y ya se sabe: fiesta.
¿Para qué trabajas? Trabajas para poder tener un coche en el que ir a trabajar y poder así pagar impuestos. Si tienes suerte, si no pagas el abono del metro. Y a la vez que vas al curro en un coche destartalado o peor aún, en un metro petado que huele a sobaquina, el segundo teniente de alcalde (al que ni siquiera reconocerías en el vagón del metro) tiene el coche a la puerta, gasolina gratis y ¡Eh! los whiskys a mitad de precio.
¿Para qué trabajas? Trabajas para que tus hijos puedan aprender idiomas, aunque sea en la academia del pueblo, mientras que otros de dudosa valía viven en embajadas autónomas para implementar el uso de su lengua minoritaria allende los mares, en lugares en los que es probable que piensen que nuestro país, o el suyo oprimido y pequeñito del norte, está en la frontera de México con Guatemala o Belice.
¿Para qué trabajas? Trabajas, y mucho, para que haya aún más trabajo y/o para que al hacerlo te acaben subiendo el sueldo y así tu productividad sea la productividad del Estado. O lo que es lo mismo, que los señores Diputados se den palmaditas en la espalda al salir del Congreso y brinden por lo bien que lo hacen todo, para así al día siguiente pactar entre ellos como buenos amigos una subida de sueldo. Es decir, trabajas para que otros se suban el sueldo y seguir ahogado con todo.
¿Para qué trabajas? Trabajas para pagarles sus despachos, algo que tú no tienes, porque no entra dentro de los gastos el alquiler, ya que el 21% más el IRPF se va en lo anteriormente expuesto. Y también sus dietas de desplazamiento, aunque residan habitualmente en Madrid y tengan un pisito la mar de apañado a tu costa. A tu costa todo: el piso y las dietas de desplazamiento.
En realidad trabajas para mantener sus viajes románticos, sus iPads de última generación, porque sin ellos no podrían jugar a “Apalabrados” mientras se degüellan por la tele. Lo de degollarse los unos a los otros es la parte de ficción que va antes de la realidad: las palmaditas en la espalda y el café a 0,85cts.
Trabajas para que no estalle la burbuja de irrealidad en la que viven. Te piden que te abroches el cinturón y tengas paciencia. ¿Y que paciencia tienen los del banco?¿los de la luz?¿los del agua?¿los de la librería para los libros de texto? ¿el señor carnicero que no te da comida si no se la pagas en el momento? ¿qué paciencia tienen ellos, cuando tienes que adelantarles un dinero que no has cobrado y quizás ni cobres?
Lo de la paciencia está bien con tu hijo de tres años, no con tu Estado de 35. Para pedirme paciencia, necesitaría que la paciencia fuese recíproca. Lo que debería hacer el Estado es abrocharse el cinturón. Pero el Estado, no la ciudadanía. Reducir de donde sobra, aunque lo que sobre sea una panda de arrimados semianormales, que de no ser por el amiguismo es probable que se murieran de hambre o devorados por los tiburones del mercado laboral. Prefiero pagarles el subsidio de desempleo antes que los sueldazos o las subvenciones a cónyuges. Y lo prefiero no porque sea una derrochadora sino porque igual tendría dinero para empezar mi vida, que tengo 27 y ya me toca.