Wembley tiene esa sonoridad victoriana que reviste a ciertos lugares telúricos del imperio británico, como Wimbledon o Westminster. No es casualidad que casi todos contengan la w en su nombre. La w no es sólo una uve doble: añade un prestigio no exento de rimbombancia a una palabra cualquiera. Póngale usted una doble uve a, qué sé yo, un sheriff solitario cuya única aspiración es establecer una justicia honorable en medio de un páramo salvaje: John Wayne con un winchester. Ahí lo tienen, la uve doble impulsando la acción civilizadora. La w nos es tan ajena culturalmente a nosotros, hispanohablantes e hispanopensantes, que trae consigo un halo de sofisticación tan british ante el que nos resulta imposible resistirnos. Wembley tiene eso, esa doble uve diferencial que no es sino el glamour de lo impronunciable. Como Glasgow. En Glasgow ganó el Madrid dos de sus nueve Copas de Europa, pero Escocia no es Inglaterra por más cariño que podamos tenerles a los simpáticos highlanders de más allá del Muro. No se me ocurre un sitio más apropiado para recuperar toda la gloria imperial de un sólo golpe mejor que Londres. Allí ya esperan los muchachos del basket, quienes han hecho de la barba -frondosa y áspera, a lo náufrago, nada de esas mariconadas de tres días que tanto gustan a las lectoras de Telva- una seña de identidad y nada más que por eso merecen la posteridad, y figurar en los libros de Historia para que nuestros hijos recuerden que en pleno siglo XXI aún existían hombres que renegaban del chándal y llevaban barba de Tercio español. Sin embargo, la Novena ha de ser un excelso acompañamiento de la Décima. Como si dijéramos, un postre extraordinario en la Mallorquina después de una gran fartura de marisco en la Treinera. Ocurrirá en Londres, pero para sellar el billete a Wembley hay que pasar antes por el Westfalenstadion, otra plaza que empieza por w. La inmortalidad para el Madrid tiene nombre de título nobiliario inglés, pues a pesar de haber tenido la desgracia de nacer en España, nosotros siempre aspiramos a la universalidad.
Londres
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