Tiempo inmemorial

Desde tiempo inmemorial los judíos, cada mañana al despuntar un nuevo día, se miraban en el espejo y recitaban una letanía de tres palabras que constituían todo su patrimonio vital: «no olvides Jersualén». Los madridistas llevamos más de diez años musitando «la Décima» ante el espejo todas las noches, antes de sumirnos en el sueño de los justos, y cada amanecer, al afrontar la lucha diaria en un mundo rodeado de podredumbre intelectual. La Décima es el anhelo que sostiene nuestra guerra solitaria, individual, de rapiña. Batallamos aquí y allí, en Twitter, en WordPress, en la barra del bar y en la cena de Nochebuena frente al padre delbosquista y el cuñado pipero, por que tenemos la certidumbre de que acabaremos conquistando el grial de la Décima con nuestro ejército, aunque en la duermevela de algunas noches de lo más crudo del frío invierno nos asalte la duda pavorosa: ¿y si no? Transmitimos a nuestros hijos el ansia por alcanzar la  eternidad, y nos agarramos a cualquier combinación cabalística con tal de acomodar los fenómenos más dispares a un destino que pretendemos sea místico. Mourinho, la figura mesiánica, dice que la Décima llegará cuando no sea una obsesión. Sin embargo, esto es como gritarle a las olas del mar que paren. O como imponer la filosofía kantiana en el agros andaluz. Un dislate. La Décima es el leitmotiv del Real Madrid y la única razón que cohesiona su masa social. El resto es puro atrezzo. Anoche, el Madrid pudo desplegar el Séptimo de Caballería un par de veces tras las líneas enemigas, y eso bastó para dejar sonado a un Galatasaray que se empecinó en irritar a los ideólogos del fútbol español moderno chutando repetidas veces desde fuera del área. En la segunda parte, ya con 2-0, Fatih Terim, extraordinario motivador y entrenador inteligente, rellenó de hormigón la entrada al puerto del Gálata y el Madrid se contentó con mantener a los jenízaros lejos de Diego López haciendo bailar a Özil entre las bayonetas de los defensores turcos. Hasta que Higuaín se estrenó en la alta competición continental con un soberbio giro de cabeza al saque de una falta magistralmente botada por el quarterback Alonso, quien ya tiene listo su contrato con los New York Giants al término de la presente campaña. El madridista irredento habrá vuelto a taparse la cara con las manos esta mañana al enjuagarse el rostro en el lavabo, pero las abluciones de hoy no iban acompañadas del lamento por la Jerusalén perdida, sino que la sonrisa que le devolvía el espejo llevaba acompasada una mueca burlona en la que se podía leer, como en un manuscrito antiguo, Wembley.

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