Terracota

El Real Madrid podría argüir, en su defensa de esta temporada, que como Sinatra, hizo las cosas siempre a su manera. Si ese es el alegato final de nuestros muchachos, nosotros sólo podremos abandonar nuestra actitud crítica, puesto que cualquier argumento resultará banal ante tal arrebato de lirismo viril. Quizá en Manchester, dentro de dos días, no valdrá la poesía. Sin embargo, Mourinho nos mostró en Barcelona un equipo al que cuando la exigencia histórica le sopla en la nuca responde como un ejército de terracota cuya visión del Averno reactivase convirtiéndolos en soldados de piedra viva. Y golpean. En dos días, el súcubo que Guardiola creó en 2008 y que se alimentaba del espurio miedo madridista eyectado, como el piloto de un caza en llamas, por el retrete en sombrías noches de goleadas en contra y humillaciones emocionales, fue derribado por los talibanes de Mourinho, quienes desoyendo el clamor plañidero de la prensa -ahora, de golpe, son ellos los que deben cambiar de sable al que felar, tras cuatro años desgastando el miembro azulgrana- colocaron la dinamita bajo los budas gigantes del tikitaka y detonaron la carga sin compasión alguna. La demolición de un concepto mezquino y hegemónico televisada al mundo entero es la obra propagandística más grande de la carrera de Mourinho, pero desde el madridismo underground ya encendemos dos velas bajo el retrato del comandante en jefe. Pidiéndole a los dioses que protegen nuestro lar que el de Old Trafford no sea donde claudique un Madrid que recién sólo arrancó la epopeya.

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