Vuelve a una convocatoria Marcelo, y los madridistas nos regocijamos íntimamente. Marcelo es para la vikingada como el rey Baltasar para los niños: el preferido, el ojito derecho, ese tótem en cuya danza de virguero de sambódromo reside nuestra ilimitada confianza en la victoria y el reflejo mitológico de Roberto Carlos. A Marcelo, Totoro que enciende la luz del día para el Madrid , y Lotso diabólico portador de la noche -y de sus pesadillas- para los rivales, nos resulta demasiado complicado no perdonarle un desliz, e incluso hacemos nuestro su dolor, envolviéndolo entre nuestras entretelas heridas, cuando un resbalón suyo abre una autopista hacia el infierno por la que Affellay desmochó nuestros sueños. No fue culpa suya. Marcelo, como todos los héroes antiguos, tan sólo era un títere con el que se distraían los dioses inmortales.
Marcelo
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