Reclutas numerados

Anda la chavalería de Twitter revuelta porque entre ayer por la noche y esta mañana el director del panfleto AS, Alfredo Relaño, decidió abandonar el supuesto altar de superioridad moral en el que se halla instalado desde que algunas mentes impresionables decidieron que sus defecaciones intelectuales matutinas eran periodismo de calidad, y se lanzó a la arena del microblogging provocando de manera zafia al madridismo crítico con unas formas y un lenguaje un tanto desfasado, más propio de alguien que aporrea el teclado de su ordenador con la corbata desanudada y la camisa abierta justo por donde asoma el vientre ahíto de cordero lechal tras una -de tantas- pródigas cenas a la que tan dadas son los popes del gremio periodístico deportivo patrio.

Twitter es un invento extraordinario. El uso que de él hacen las personas nos permite intuir con poco margen de error cuál es su flexibilidad no ya personal, sino psicológica y, en el caso de quienes viven de comunicar, profesional. El uso que los periodistas deportivos españoles hacen de Twitter puede dividirse en dos categorías: muy deficiente y tragicómico. La mayor parte de la vieja guardia del gremio (Relaño, Roncero, Pedro Pablo San Martín, Javier Ares, etc) se inscribe en la primera de ellas. Pasando por alto la ignominiosa circunstancia de que casi todos los relevos de este obsoleto sanedrín utiliza Twitter peor que un mono puesto de MDMA con un cinturón de explosivos atado al ombligo (es sonrojante cómo Héctor Fernández, Carlos Forjanes, Fermín De la Calle, Matallanas, por citar los primeros nombres que me vienen a la cabeza, no son capaces de comprender el alcance y diversidad del mundo Twitter, y tienen la cintura de Hierro2003 para aceptar críticas y argumentos contrarios que superan sus engreídos razonamientos llenos de soberbia y prejuicios), Alfredo Relaño nos ha vuelto a regalar, anoche y hoy, excelentes razones para seguir pensando y creyendo que el periodismo deportivo tal y como lo hemos conocido en España hasta ahora está muerto, y no ha sido Mourinho, «la Yihad» o el microblogging quienes lo han matado.

Twitteaba Relaño de manera lamentable lo que podría decirse es la cúspide de la persecución rastrera e infame que desde 2010 se viene desarrollando de manera generalizada en la prensa deportiva contra José Mourinho, y de forma particular, en el grupo al que Relaño y su publicación panfletaria pertenecen, el grupo PRISA. Proceso inquisitorial que ha abarcado todas las formas comunicacionales imaginables y que, alcanzando un grado de agresividad paranoide, ha terminado en tweets pretendidamente sarcásticos y a todas luces ridículos que el director del segundo diario de pseudoinformación deportiva español ha dirigido a gente anónima y dispersa que le supera en preparación, honestidad y raciocinio, y cuyo único nexo de unión entre sí es el amor hacia la institución del Real Madrid Club de Fútbol. La decadencia es palpable en unos vejestorios profesionales que llevan años faltando a las más elementales normas éticas de su oficio y que ante el tsunami de descrédito y mofa general hacia su trabajo de manipulación no son capaces de responder más que con una lamentable huida hacia adelante.

Alfredo Relaño ha sido capaz de enviar a uno de sus más nefastos redactores (¿hay alguno bueno?) a espiar, cual paparazzi, los movimientos de José Mourinho en su tiempo libre, en su esquizofrénica carrera por demostrar que el mejor entrenador del mundo es una influencia diabólica no ya para el madridismo sino para los sagrados valores de la civilización occidental. Sin embargo, el mismo Alfredo Relaño, ese que editorializa día tras día lamentándose de la pérdida de valores, señorío y perjuicio que a la imagen del Real Madrid provoca Mourinho con su sola presencia en territorio español, no sólo fue incapaz de advertir, insinuar o denunciar, sino que aplaudió con las orejas y puso todo el aparato propagandístico y mediático de su diario al servicio de la loa constante de los 2 años largos de infame presidencia de Ramón Calderón en el Real Madrid. Dos años en los que el Club fue convertido en un prostíbulo por donde campaban con impunidad trepas, arribistas, sinvergüenzas, caraduras y falseadores de la verdad con títulos profesionales; dos años en los que un avión con el escudo del Madrid se paseó por África transportando armas y mercenarios a zonas de guerra; dos años en los que se metió la mano en la caja sin ningún reparo, y dos años en los que el Real Madrid, con dinero de todos sus socios, pagó viajes, hoteles, comidas y quién sabe si fulanas de lujo a periodistas cuyos nombres no han trascendido a la luz pública. Dos años, en definitiva, que se cerraron con el inevitable colofón: la policía judicial registrando las dependencias del Santiago Bernabéu en busca de pruebas que demostraran algunas de estos infames robos a la institución.

En estos dos años, a juicio del señor Alfredo Relaño, nada ocurrió en el Madrid que perjudicara la imagen y el señorío de la entidad, salvo, por supuesto, la presencia durante una temporada de un entrenador italiano, un don nadie que apenas había ganado una Copa de Europa a Cruyff por 4-0 y un palmarés incontestable de triunfos en el calcio, al que el propio Alfredo Relaño exhortó a «poner en la frontera» con una de las más canallas portadas que en el funesto historial de la prensa deportiva española se hayan podido editar.

Siga usted twitteando, señor Relaño. Siga twitteando desde su altar. Sigan todas las meretrices de PRISA dándole la razón y motejando a los aficionados disidentes que en Twitter encuentran su único desahogo como «escoria» y «borrachos», que nosotros seguiremos desenmascarándoles día tras día.

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