Un hombre y un destino

José Mourinho tiene un problema. Quizá en otra coyuntura histórica, la palabra problema estuviese fuera de lugar, pero considerando el contexto de esta España nuestra que a 2 de diciembre de 2012 todavía continúa cuestionándose, entre atónita, estupefacta y ciertamente algo afectada (del género de afectación propio de quien es tonto pero tiene maneras, también llamadas ínfulas), si su decisión de exponerse públicamente al juicio solemnte del público del Bernabéu fue acertada o «un gesto de autoritarismo» propio de un dictador de los años 30 (como Diego Torres se apresuró a señalar  hace tan sólo unos días), creo que uso con idoneidad la palabra problema. Porque Mourinho tiene un problema.

El problema de José Mourinho es que ha llegado al club adecuado en el momento menos oportuno de su historia. Si José Mourinho, con su forma homérica de articular el relato y su capacidad de anticipar las condiciones elementales en las que se desarrollará el presente dentro de 5 minutos, hubiese coincidido en el tiempo con otra mente avanzada como Santiago Bernabéu, su colaboración hubiese detonado la III Guerra Mundial. Pues sólo el ejército rojo victorioso en Berlín combinado con los imperturbables marines de Okinawa hubiese podido desactivar, cual TEDDAX anacrónico, la bomba de relojería atemporal que estos dos próceres del pensamiento avanzado habrían dejado como regalo a una España futura que quizá no gastase tanta cortedad, tanto mediocre arribista, ni tanto déficit genético de buena casta.

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